domingo, 28 de septiembre de 2008

Adquisiciones

Es la ley de Murphy: si te dejan una obra jodidamente buena, y al cabo de un tiempo quieres comprartela y releerla/reoirla/redisfrutarla, esta estará descatalogada, sera dificil de encontrar o no te acordaras del título.

Y ahi estaba yo, rebuscando el libro "Buenos presagios" de (ni mas ni menos)Terry Pratchett y Neil Gaiman, cuando, resignado se me ocurrio poner en el google "descargar "buenos presagios"...y bingo! . Antes de nada, aclararé que los libros, y sobretodo los de Terry Pratchett, suelo comprarlos religiosamente, o en todo caso, cogerlos de la biblioteca. Y para mostraros hasta que punto es jodidamente, enormemente, grandiosamente genial este libro, os dejo una muestra, en la que un angel y un demonio confinados en la tierra hablan sobre el inminente fin del mundo y la guerra entre el bien y el mal:



-Sabíamos que algo se estaba cociendo, claro está -dijo Azirafel---. Pero uno se imagina esta clase de acontecimientos en América. Allí tienen cabida estas cosas.
-A lo mejor ocurre allí -opinó Crowley con pesimismo. Pensativo, echó un vistazo al Bentley, al otro lado del parque; el cepo estaba inmovilizando la rueda trasera con diligencia.
-Ah, sí. El diplomático americano --dijo el ángel---. Me parece más bien un fanfarrón. No sé, como si el Apocalipsis fuera una especie de espectáculo cinematográfico que hubiera que vender en cuantos más países fuera posible.
-En todos ellos -añadió Crowley-. La Tierra y todos sus reinos.
Azirafel echó el último trozo de pan a los patos, que se abalanzaron a molestar al agregado naval búlgaro y a un hombre de aspecto furtivo con corbata de Cambridge que se había deshecho cuidadosamente de la bolsa de papel tirándola a una papelera.
Se volvió y miró a Crowley.
-Ganaremos, de eso no cabe duda -dijo.
-Tú no lo deseas --contestó el demonio.
-¿Y por qué no, si se puede saber?
-Oye -dijo Crowley desesperado-, ¿cuántos músicos crees que tenéis en vuestro bando? De primera clase, quiero decir.
Azirafel parecía desconcertado.
-Bueno, si no me equivoco... --empezó a decir.
-Dos -continuó Crowley- Elgar y Liszt. Y eso es todo. Los demás los tenemos nosotros. Beethoven, Brahms, los Bach, Mozart, todos. ¿Tú te imaginas la eternidad con Elgar?
Azirafel cerró los ojos. -Perfectamente -gimió.
-Pues ya está -dijo Crowley con un ademán de triunfo. Sabía muy bien cuál era el punto débil de Azirafel. -Despídete de los compact discs. Y de Albert Hall. Y de los conciertos. Y de Glyndbourne. Sonarán armonías celestiales todo el santo día.
-Es inefable -murmuró Azirafel.
-¿No te gustaban los huevos sin sal? Lo que me recuerda que nada de sal ni de huevos. Nada de salsas. Nada de restaurantes acogedores donde te conocen. Nada de crucigramas del periódico que te gusta. Ni de tiendecítas de antigüedades. Ni de librerías. Y de las ediciones antiguas interesantes ya te puedes ir olvidando. Y de---. -Crowley rebuscó a la desesperada entre los intereses de Azirafel- Y de las cajas de rapé de plata del siglo XIX...
-¡Pero cuando ganemos, la vida mejorará! --dijo el ángel con voz ronca.
-Pero no será tan interesante. Oye, sabes que tengo razón. Tú serías tan feliz con una lira como yo con un tridente.
-Sabes muy bien que no tocamos la lira.
-Ni nosotros usamos tridente. Era todo retórica.
Se quedaron mirándose el uno al otro.
Azirafel extendió las manos, elegantes y cuidadas.
-Mi gente está más que contenta de que vaya a ocurrir, ¿sabes? Es que de eso se trata, fíjate. La gran prueba final. Espadas llameantes, los Cuatro Jinetes, mares de sangre, y toda la pesca -se encogió de hombros.
-¿Y ya está, "Game Over, Insert Coin"? -dijo Crowley.
-A veces me cuesta un poco seguir tus métodos de expresión.
-Pues a mí me gustan los mares como están. No tiene por qué pasar. No hay que someterlo todo a la destrucción para ver si lo has hecho bien
Azirafel volvió a encogerse de hombros.
-Me temo que ésa es tu inefable opinión.
El ángel se estremeció y se echó el abrigo a los hombros. Empezaban a acumularse nubes sobre la ciudad.
-Vamos a algún sitio donde no haga frío -propuso.
-¿Eso es una invitación? --dijo Crowley desanimado.
Caminaron un rato en sombrío silencio.
-No es que no esté de acuerdo contigo -se explicó el ángel mientras caminaban desganados por la hierba-, pero no me está permitido desobedecer. Ya lo sabes.
-Ni a mí -protestó Crowley.
Azirafel le miró de soslayo. -Venga ya, hombre ---dijo-, tú eres un demonio, al fin y al cabo.
-Ya. Pero los míos defienden la desobediencia en términos generales, y no la desobediencia específica; ésa la tratan con mano dura.
-¿Desobedecerles a ellos, por ejemplo?
-Eso es. Te sorprenderías. O tal vez no. ¿Cuánto tiempo crees que nos queda? Crowley alzó una mano hacia el Bentley, desactivando el cierre centralizado.
-Depende de la profecía -aseguró Azirafel, metiéndose en asiento del pasajero-. Hasta final de siglo seguro, aunque podemos esperar que se den ciertos fenómenos previamente. A la mayoría de los profetas del pasado milenio les preocupaba más la escansión que la precisión.
Crowley señaló la llave de contacto. Giró.
-¿Qué? -dijo.
-Claro-dijo el ángel amablemente-: "Y el Mundo llegará a su fin, en el año na na ná uno". O dos, o tres, o lo que sea. No hay muchas cosas que rimen con seis, así que será el mejor año.
-¿Qué clase de fenómenos?
-Cabras de dos cabezas, señales en el cielo, gansos volando hacía atrás, lluvia de peces. Cosas así. La presencia del Anticristo afecta al funcionamiento normal de la causalidad.
-Ya veo.
Crowley puso el coche en marcha. Entonces se acordó de algo. Chasqueó los dedos.
El cepo de la rueda desapareció.
-Vamos a comer – propuso -. Te debo una comida de cuando … ¿cuándo fue?
-París, 1793 --contestó Azirafel.
-Ah, sí. El Reinado del Terror. ¿Ésa era nuestra o vuestra?
-Vuestra, ¿no?
-No me acuerdo. Pero era un restaurante estupendo.
Al pasar por delante de un guardia urbano anonadado, el cuaderno que llevaba se prendió por combustión espontánea, para el asombro de Crowley.
-Estoy seguro de que no pretendía hacer eso -dijo.
Azirafel se puso colorado.
-He sido yo -confesó-. Siempre he pensado que vosotros los inventasteis.
-¿No fuisteis vosotros? Nosotros creíamos que eran vuestros.
Crowley miró el humo por el retrovisor.
-Venga -dijo-. Vamos al Ritz.
Crowley no se había molestado en hacer ninguna reserva. En su mundo, reservar mesa lo hacían los demás.


Si os mola, recordaros que la primera invito yo...y si decidis engancharos, ambos autores tienen obras que a mi parecer rozan lo excelente, sino lo sobrepasan. De Terry Pratchett, tenei toooda la saga de mundodisco (ahora estan sacando una coleccion por fasciculos altamente recomendable) y de Gaiman, aparte de tooooda la coleccion de comics de Sandman (el MEJOR cuento que se ha narrado nunca), teneis libros como Stardust, y AMERICAN GODS. AMERICAN GODS mola. En serio, mola mucho. Y si teneis un proveedor de frikeces medianamente bueno, o si la mula os lo permite, Gaiman guionizó una pelicula a su medida, con Dave McKean (ilustrador que ha trabajado junto a Gaiman tanto en obras como "La vez que cambie a mi padre por dos peces de colores" como haciendo las portadas de muchos de sus otros comics) y Jim Henson (si, el de los teleñecos). La peli es MIRRORMASK. La estetica de este film os puede dejar sin palabras. En serio. Miradla os digo.

Abrazotes!

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